Mi primer viaje por Europa es una fuente de varias memorias increíbles y divertidas. Estaba en Inglaterra con unos amigos del colegio y el trabajo; habíamos visto las mayores atracciones turísticas de Londres y ya estábamos listos para ir a nuestra siguiente destinación, París. Decidimos tomar el tren de Londres a París, el cual es una experiencia increíble y realmente recomiendo como método de viaje entre estas dos ciudades.

Ya en este momento, el Reino Unido se había separado de la Unión Europea; por lo tanto, ya habíamos cambiado nuestras libras por euros y además estábamos listos para pasar por el control inmigratorio francés.

Mis amigos, mostraban sus pasaportes azules, sus pasaportes de los Estados Unidos; yo, por mi parte, tenía mi pasaporte verde con el escudo de México listo para entregar al oficial de inmigración. Pasó mi primer amigo con el oficial que se encontraba delante de nosotros. En este punto, nos habían regañado por tratar de ir todos juntos, y el oficial, de manera tediosa y con una expresión de molestia, nos preguntó en un inglés terrible: “Are you all the same person? No? Then you enter one by one”.

Bueno, no pasa nada; no sabíamos, pues era la primera vez para nosotros que viajábamos a Europa. El oficial repetía las mismas preguntas a cada uno de mis amigos: “Where are you going to stay at? How long are you staying in France? Are you visiting other EU countries? If so, which ones?” con su misma expresión de cansancio que había demostrado desde el principio de nuestra interacción.

Ya me tocaba pasar a mí; el oficial pidió mi pasaporte y se lo entregué. Su respuesta, sin embargo, me sorprendió completamente: “¡Ah! ¡México! ¿Hola, cómo estás?”, me preguntó en el español más nasal que había escuchado en mi vida. Claro, contesté de manera cordial y sorprendido: “Estoy súper bien, es mi primera vez viajando a Francia” o algo por el estilo. Continué preguntando: “¿Realmente hablas español?”.

El oficial, con una actitud completamente diferente, me contestó: “¡Claro que sí! Estudié español en la escuela y luego visité varios países hispanos, entre ellos México”. “¡Ah, increíble! ¿Y te gustó México?”, “Sí, es un bello país. Bueno, disfruta Francia. Adiós”, me contestó mientras me devolvía mi pasaporte.

Aunque esta interacción pasó hace ya cinco largos años, se quedó muy marcada en mi memoria, pues fue la primera vez que había escuchado comentarios tan bonitos de mi país al visitar otro continente.

No hay ningún mensaje oculto ni moral implícita en esta anécdota, simplemente es una experiencia que creo vale la pena compartir en el blog. Fue interesante ver cómo le llamó la atención el pasaporte mexicano a ese oficial francés y cómo su actitud cambió tan radicalmente al tratar a mis amigos en comparación conmigo. No creo que haya sido el único pasaporte mexicano que vio ese día, pero definitivamente se notaba que quería aprovechar para practicar su español.

En fin, ese viaje a Francia fue una experiencia increíble; en otro artículo hablaré sobre cómo (casi) fuimos asaltados en Marsella, ya que esa situación me enseñó a tener más cuidado al esperar taxis/Uber en la noche. Por ahora, espero que tengas un buen día, tardes ¡o noches! ¡Hasta luego!

*Una nota rápida sobre las anécdotas*

Queridos lectores, quiero enfatizar que las historias que comparto en este segmento son vivencias reales de mis viajes como turista. Sin embargo, es crucial recordar que mis experiencias personales no son indicativas de cómo otros turistas podrían vivir sus visitas a estos lugares.

Además, cualquier crítica dirigida a personas o países específicos no constituye un juicio absoluto sobre ellos, ni predice las experiencias de otros viajeros en esos destinos.

La vida se vive de maneras diversas, y quiero dejar claro que mi objetivo no es disuadir a nadie de visitar estos lugares ni dar la impresión equivocada de que lo positivo que experimenté será universal. Siempre es fundamental reconocer que las vivencias entre viajeros pueden variar considerablemente.